martes, 3 de mayo de 2016

10 preguntas urgentes sobre la dualidad monetaria en Cuba

Tomado de OnCuba

Hubo susto, hubo compras y ventas compulsivas de pesos cubanos (CUP) con sus “hermanos” los pesos cubanos convertibles (CUC). Nadie sabe quién activó el rumor y ningún medio de comunicación le dio alas. Durante casi toda la semana anterior, en la región central de Cuba se creyó que ocurriría la esperada devaluación de la moneda nacional “fuerte”. Al final, el Banco Central desmintió todo y ratificó que, pase lo que pase, se respetará el valor de los ahorros y el efectivo en manos de la gente.

La devaluación del CUC en el mercado de CADECA, pero sobre todo la devaluación del CUP en el sector empresarial, son dos de los pasos que deberán ocurrir inevitablemente en el proceso del fin de la dualidad monetaria y cambiaria existente en Cuba, aunque no se sepa todavía cuándo.

La decisión no podrá ser tomada en el futuro inmediato, cree el economista cubano Juan Triana Cordoví, profesor de la Universidad de La Habana y columnista de OnCuba.

“Les adelanto que mis conocimientos de este asunto son muy elementales, existen otras personas en Cuba con profundos conocimientos en el tema, de hecho en breve habrá un panel en un evento de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba donde varios de esos expertos expondrán sus ideas”, nos dijo.

“Todo lo que se puede hacer en Cuba hoy es una devaluación. Una devaluación real de la moneda en la que se llevan las cuentas del país, que es el CUP, generará inevitablemente un proceso de inflación, aunque nos esforcemos en amarrarla. Gobiernos que tienen un compromiso, un pacto con la población, como el de Cuba hoy, intentan reducir a la mínima expresión los impactos de la devaluación y por eso demora la promulgación de la medida”, señala el académico en uno de los puntos de una extensa conversación.

1- ¿Cuánto demora la unificación monetaria en Cuba?
Yo pienso que va a demorar. Para resolver la dualidad monetaria en un país que solo tiene su capacidad interna para enfrentar ese proceso, porque no puede ir a bancos ni al Fondo Monetario Internacional, la única alternativa es acumular reservas.

La demora tiene que ver, a mi juicio, con la posibilidad real que tiene el país de poder enfrentar ese proceso reduciendo los costos sociales. Por suerte ahora, con una mejor situación en el tema de la deuda externa (lo cual es un gran éxito del cual se dice poco) el país está en mejores condiciones para recibir líneas de crédito que ayuden a producir y a generar esas reservas externas suficientes.

2- ¿Cuál será la tasa final?
Esa respuesta no la puedo dar. Pero sí explicar un poco la complejidad del fenómeno.

En Cuba hay diferentes tasas de cambio. Todo el sector estatal opera con la tasa de 1 CUC (o USD) es igual a 1 CUP. Aquí el peso cubano está sobrepreciado y es una tasa dañina para la eficiencia del sector estatal, por eso hay que cambiarla, y así lo ha dicho el presidente Raúl Castro, que lo ha llamado “importante distorsión deberá ser solucionada a la mayor brevedad posible”.

Pero dentro del sector estatal se manejan otros “convertidores”. Por ejemplo hay un convertidor para las operaciones de compraventa de alimentos entre los campesinos y los hoteles donde 1 CUC es igual a 11 CUP.

Para el pago a los trabajadores de la zona del Mariel se usa otro convertidor: 1 USD es igual a 10 CUP, mientras que los restantes trabajadores asociados a la inversión extranjera cobran a razón de 1 USD=2 CUP.

Todo esto termina en una gran confusión cambiaria, con espacios muy grises que atentan contra la eficiencia del sistema económico cubano y contra los precios relativos.

A mi juicio lo más estratégico de todo sería unificar esas tasas y esos convertidores en el sector empresarial estatal. Este es el sector decisivo que emplea a más de 3 millones de trabajadores y genera el 85 por ciento de la economía nacional, o más, y hoy por la distorsión cambiaria no se puede saber quién opera con eficiencia y quién no.

En todos los casos en las relaciones entre empresas el peso está sobrevalorado. Sin embargo cuando las empresas pagan en pesos cubanos a sus trabajadores y los trabajadores salen a la calle entonces se encuentran con un peso subvalorado, con poca capacidad adquisitiva.

Por tanto, el segundo paso sería buscar cuál es la tasa de cambio que realmente el mercado está poniendo en el segmento de esa otra economía (que opera a través de CADECA). Lo que pasó en estos días con el rumor es un síntoma. En la zona central el CUC se cotizó a 18 y a 20 pesos en algunos momentos.

Cuba trabaja con una tasa de cambio fija desde hace varios años, pero cuando surgió CADECA la tasa de cambio operaba en una franja de flotación y se movía en función de la oferta y la demanda de las diferentes monedas.

Ese régimen cambiario fue eliminado y se pasó a un régimen fijo. El problema de ese congelamiento es que no dice realmente cuál es la relación entre la oferta y la demanda de las divisas. Por eso creo que debería retomarse un régimen cambiario flotante en franjas, con un tope máximo y un tope mínimo, y darle a la empresa CADECA la potestad de mover la tasa en función del movimiento y de la relación entre las monedas.

Hubo un momento en Cuba, cuando había flotabilidad regulada, que el cambio se puso 19 a 1, y después se adoptó ponerlo 24 a 1, aunque a veces estuvo 27 a 1. Ese movimiento se logró siguiendo la oferta y la demanda de monedas. Hoy para Cuba seguir ese movimiento es más importante porque cada vez tenemos relaciones económicas más fluidas con Estados Unidos, y hay más divisas en el mercado.

A partir de que podamos tener claras señales, entonces podríamos poner una tasa adecuada en el mercado de CADECA. Luego con esa tasa del mercado y la tasa oficial establecida antes en el sector empresarial, podríamos dar pasos para intentar unificar ambas tasas.




Foto: Yariel Valdés González

3- ¿Qué pasa cuando un país decreta una devaluación?
Lo que va a pasar es que habrá un efecto sobre los costos de producción de las empresas y luego eso se transmitirá a los precios que paga la población. Querámoslo o no, haciendo inclusive el programa que el gobierno ha diseñado para amortiguarlo, habrá un efecto de inflación que podrá demorar algunos meses en aparecer, pero ocurrirá.

Imagine una empresa que en su estructura de costos tenga un 20% de costos de importación. Hasta ahora en sus cuentas se ponía 1 dólar de importación como 1 peso cubano convertible. A partir de que ocurra la devaluación tendrá que poner 1 dólar de importación igual a un peso cubano convertible por la tasa de cambio que se establezca. Si la tasa es 10 por 1, entonces el costo no será de 20 pesos, sino de 200… ¿cómo enfrenta una empresa semejante subida de costos? Subiendo precios. ¿Quién paga los precios? La población.

A mi juicio, una de las razones por las que el gobierno no ha ido más apurado en este punto es porque el efecto social puede ser muy duro, y hay que prepararse para ese momento.

4- ¿Qué podría hacer el gobierno para asumir la devaluación sin shocks sociales?
Lo primero que hay que tener es reservas internacionales suficientes en divisas, no solo para poder soportar un incremento de la demanda de productos de consumo, sino también para subsidiar a las empresas que sufrirán pérdidas con la devualuación del peso convertible.

A mi juicio lo más importante es transparentar las relaciones entre las empresas cubanas, para saber cuáles son eficientes y cuáles no, y darle una solución de acuerdo a nuestras ideas y nuestros conceptos a las empresas que no serán eficientes, porque algunas tendrán que cerrar.

Después que se produzca la devaluación, las empresas van a reaccionar y se volverán más eficientes y generarán empleo, pero eso toma tiempo y mientras tanto la gente seguirá viviendo y tendrá necesidades vitales que satisfacer.

5- ¿Cómo podríamos ilustrar el efecto de la devaluación en este caso del CUC, cuando desaparezca o se ponga a un nuevo precio con respecto al CUP?

Cuba tiene un grave problema de producción y productividad y una parte del incremento de la demanda debe ser cubierto con importaciones.

El riesgo de no tener un sector productivo robustecido o suficientes reservas internacionales es que al devaluar el CUC en la tasa “extraoficial” (la de CADECA), cuando el precio del CUC cambie, digamos, de 24 a 15 CUP, es que en ese caso los 600 pesos del salario de los cubanos ya no serán 600, sino que adquirirán la capacidad de compra en el mercado (que funcionaba en CUC) de 1000 pesos; o sea, pagarán menos CUP para adquirir CUC o comprar directamente a los precios en CUC.

Como las personas viven con niveles de consumo muy bajos, no van a ahorrar, sino que acudirán de inmediato a las tiendas para satisfacer sus necesidades contenidas. Y para tomar esa medida entonces habrá que tener capacidad para surtir los mercados, porque si no podría producirse un desabastecimiento inmediato, una especulación brutal y una inflación tremenda.

6- ¿Qué ideas podrían ponerse en práctica para volver más eficiente la economía y llegar más pronto a un momento donde se pueda proceder a la unificación?

En el segmento empresarial, por ejemplo, se pueden bajar costos de intermediación, porque el sector productivo cubano está muy mediado por otras empresas que no agregan valor a los productos o servicios.

Se podría rescatar el sistema de consignaciones de mercancías extranjeras en Cuba: las empresas extranjeras pondría sus mercancías en puerto y el país solo las pagaría una vez que efectivamente las compre. En los últimos años se ha obligado a la empresa cubana a estar llenando constantemente sus almacenes de mercancías para poder producir, y eso significa traspasarle costos de almacenamiento a la empresa cubana. Una parte de ellos podrían reducirse.

El Turismo no tendría, por ejemplo, por qué comprar determinada cantidad de contenedores de pollos para sus hoteles, si se dejara que una gran productora de pollos tuviera almacenes en Cuba. El costo del traslado al país correría por la empresa extranjera y la parte cubana solo tendría que comprar lo que realmente necesita.

Otra medida podrían ser que se le permita a los campesinos comprar equipos con los dineros que tienen en pesos cubanos y que los compren de manera directa, contra una tasa de cambio que garantiza que el país no pierda pero que estímulo la producción agrícola vía incrementos de productividad; pero también se podrían crear grandes almacenes de comercio al por mayor, gestionados por empresas mixtas del estado cubano con cadenas extranjeras, donde la gente pueda ir a comprar a bajos precios.

Son algunas de las medidas no monetarias que podrían ayudar a reducir los costos de todo el proceso de la unificación monetaria y cambiaria.



Foto: Roberto Ruiz.

7- ¿Podrían darse los saltos productivos que necesita Cuba sin emplear créditos externos?
Algunas medidas no tendrían que esperar por créditos, pero tomaría mucho tiempo dar los saltos productivos que necesitamos con nuestras propias reservas. Necesitamos apoyo financiero externo. No es totalmente imprescindible, pero ayudaría de forma significativa. Cuba no tiene suficiente ahorro interno, una dinámica mayor de la economía requerirá nuevas líneas de crédito. De ahí la importancia de haber logrado una renegociación tan beneficiosos de las deuda externa.

No obstante, aquí lo que hay que decir primero es que Cuba no ha podido entrar ni al Banco Mundial ni al Fondo Monetario Internacional por el bloqueo norteamericano. Para entrar a esas instituciones el país debe mostrar sus cuentas, porque esas instituciones las fiscalizan. Y es muy difícil para un país que está bloqueado, perseguido, mostrar sus cuentas.

Un país como Cuba, que debe luchar contra las sanciones (extraterritoriales también) de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del departamento del Tesoro norteamericano todo el tiempo; no puede ser tan inocente.

No obstante, debido al éxito en la renegociación de la deuda externa el país está en mejores condiciones para recibir líneas de crédito y ya puede empezar a pensar en el asunto del fin de la dualidad y cambiaria de otra manera.

8- ¿Y qué papel podrían jugar las remesas en ese salto productivo y financiero que necesita la Isla?
Por concepto de remesas entran al país entre 2000 a 2500 millones de USD cada año, según estimaciones. Ningún sector de la economía cubana, excepto la exportación de servicios médicos, genera esa cantidad de divisas frescas, dinero neto, usable inmediatamente.

Una parte de las remesas impacta de forma directa en la demanda de consumo, porque entra para satisfacer necesidades diarias de las personas. Esa parte de las remesas ayuda a la dinámica de la economía nacional pues permite que las empresas importen para producir y responder a la demanda interna. Con un sector productivo más eficiente, dinámico, complementario, este podría ser un factor más estimulante para incrementar la capacidad productiva en Cuba.

Hoy lo nuevo que está ocurriendo es que las remesas van a inversión privada o a bienes de consumo directo. Si va a inversión privada, es el mismo proceso: quien quiera montar un restaurante deberá comprar materiales de construcción cubanos, contratará un albañil…etc.

Si tuviéramos un buen sistema productivo, una parte importante de esas demandas que se satisfacen con las remesas serían cubiertas con productos y servicios cubanos, pero como no es, lo que ocurre es que gran parte de la demanda se convierte en importaciones y el dinero que entró a Cuba termina en China o en cualquier otro lugar.

9- ¿En la eventual devaluación, serán afectados los receptores de remesas en Cuba?
Quien hoy recibe remesas, digamos 100 CUC por mes, está recibiendo 2400 pesos cubanos (seis veces el salario promedio), una cantidad de dinero con la cual puede dialogar con el mercado agropecuario y con el marcado en divisas. Si la tasa baja a 20 pesos, habrá perdido 400 pesos.

Desde una perspectiva general, las remesas hacia Cuba no deben verse muy afectadas. Quizás se verán afectadas las familias en Cuba que reciben remesas en un primer momento. Si después aparece un mecanismo de corrección de precios, la afectación podría ser menor.

¿Cuál sería un mecanismo de corrección de precios? La reciente rebaja de los precios en las tiendas recaudadoras de divisas es uno de ellos.
Cuba puede seguir bajando los precios de las tiendas en divisas, porque el diferencial de precios con la región y con los costos de los artículos es muy grande todavía en algunos de esos renglones (de hecho, esa una de las razones objetivas que ha propiciado ese comercio informal basado en las llamadas “mulas”).

Yo no creo que tengamos muchas potencialidades para evitar esa afectación. Eso va a ser un efecto negativo en el corto plazo, que se corregirá con la recuperación de la eficiencia y la productividad en el mediano en el largo plazo.

10- ¿Qué le recomienda a las familias cubanas para que no sientan miedo de una repentina devaluación del peso?
Lo primero es que tengan confianza en lo que ha dicho el presidente del país: se va a respetar la capacidad adquisitiva del CUC, en cuentas bancarias o en efectivo, porque hay antecedentes de que así se ha hecho

Mi otra recomendación es que, si ya se ha dicho que el peso cubano será la moneda que quedará en circulación y usted genera cierta cantidad de dinero para ahorrar, ponga sus ahorros en CUP.

Unificar las monedas no es lo más significativo, lo significativo será unificar las tasas de cambio. Será un proceso que generará tensiones, sin dudas, pero es necesario, inevitable, si queremos andar por una senda segura donde realmente se pueda saber quién es productivo y eficiente y quién no.

lunes, 4 de abril de 2016

Sobre Las causas de las cosas, de Desiderio Navarro: Contra la herejía

x Julio César Guanche
La abrumadora mayoría de los intelectuales no hacen sino otra cosa que reproducir la hegemonía del propio sistema

Palabras leídas en el Sábado del Libro, Instituto Cubano del Libro, en la presentación de Las causas de las cosas, de Desiderio Navarro, el 3 de febrero
I.
El 8 de mayo de 1794 Antoine-Laurent de Lavoisier, padre de la Química moderna, fue guillotinado en Francia. El presidente del tribunal sancionador argumentó la sentencia con esta frase: "La Revolución no tiene necesidad de sabios".
Por este camino, la misma Revolución que había visto allanado su arribo por décadas de una actividad política e intelectual -actividad también de sabios y de poetas- que había socavado radicalmente el orden cultural medieval, esa misma Revolución, una vez abocada a la necesidad de constituir un poder revolucionario, no comprendía que ella misma procedía también del saber, que la Toma de la Bastilla habría sido impensable sin la Enciclopedia, El contrato social, y la idea de los derechos naturales del hombre construida por la Ilustración.
Una revolución reformula el campo del saber, sus temas y procedimientos, así como cambia la naturaleza de quienes lo producen, el marco de su actuación y expresión, y la propia filosofía de su existencia. Sin embargo, las estrategias por las cuales la llamada "Inteligencia" puede adherir políticamente el proyecto socialista, y hacerse parte constitutiva de él, poseen la historia propia de los melodramas.
El ensayo de Desiderio Navarro "In medias res publicas", contenido en Las causas de las cosas, esboza todo un libro sobre este tema no escrito en Cuba. El texto se integra a una tradición que en la Isla tiene entre sus mejores exponentes a Ernesto Che Guevara, Alfredo Guevara, Roberto Fernández Retamar y Ambrosio Fornet, y que en años más recientes ha sido continuada, entre otros, por Jorge Luis Acanda y Rafael Hernández.
A esta tradición específica no le interesa tanto una "historia de la intelectualidad’ como la de conquistar una definición en torno a cuáles deben ser las relaciones entre política y cultura dentro de un proceso revolucionario.
II.
El marxismo de Desiderio Navarro, que antes hemos visto desplegarse en obras como Cultura y marxismo: problemas y polémicas y Ejercicios del Criterio, amén de su labor de edición, traducción y crítica que supone la simpar revista Criterios, conduce primero a complejizar el entendimiento sobre la relación entre política y cultura.
Para empezar, deberíamos saber que hablar de "política" y de "cultura", de "poder" y de "saber", como esferas independientes entre las cuales ha de mediar una relación política, es comprender muy mal el asunto.
Ello, por ejemplo, conduce al equívoco de considerar a los intelectuales per se como "la mala conciencia", la "conciencia crítica" del sistema, cuando la abrumadora mayoría de los intelectuales, en su más amplia acepción, no hacen sino otra cosa que reproducir la hegemonía del propio sistema, sea en las cátedras universitarias, las escuelas primarias, los tribunales de justicia o el trazado urbanístico de las calles.
Por ese marxismo sabemos que poder y saber, política y cultura, son instancias que, lejos de oponerse, y de marchar por caminos independientes, se fundan mutuamente, se producen una a la otra en el marco de una unidad que las constituye dentro de los límites planteados por la definición del sistema.
De hecho, cuando la política y la cultura aparecen "ante nuestros ojos" como diferentes, nos encontramos ante una crisis de hegemonía, en el sentido gramsciano, pero no ante la separación de una y otra.
Ahora bien, comprender el problema de esta manera significa lo mismo que en el lenguaje popular quiere decir "tirarse de barriga"; esto es, tocar la política con las manos, corriendo el riesgo, siempre presente, de quemarse los dedos.
Precisamente, es esto lo que hace Desiderio Navarro en "In medias res publicas".
III.
En una entrevista hecha en los años noventa, Carlos Rafael Rodríguez decía: "Una de las características de la Revolución cubana es que los "teóricos" de ella no han estado precisamente en Cuba, sino fuera del país y, por consiguiente, hemos sido sometidos a toda clase de tergiversaciones caprichosas. A veces en nombre de una falsa amistad y otras veces con amistad verdadera, pero con una mala comprensión de nuestra realidad’.
La pregunta que para mí emerge de esa aseveración es: ¿y por qué los teóricos de la Revolución, que Carlos Rafael Rodríguez reclamaba a la altura de los años noventa, no habían surgido todavía en Cuba?
La respuesta, según entiendo, está muy bien explicada en el ensayo de Desiderio Navarro. Las exigencias que se le hacen a un texto sobre este tema son tantas, en cualidad y cantidad, que lo convierten, de entrada, en un texto extremadamente difícil de escribir.
Según el también director del Centro Teórico Cultural Criterios, en esa idea, la obra de temática social "ha de ser un microcosmos en el que no se puede omitir nada. Así, se condenan tajantemente las intervenciones críticas porque se concentran en revelar lo negativo y no presentan del todo o en su magnitud real () lo positivo que existe en la sociedad al lado de lo negativo criticado".
No se trata, entonces, de escribir tal "teoría" sobre la Revolución, sino de fijar las condiciones en que las teorías, o sea, las ideas y las prácticas con que ellas se relacionan, podrían escribirse, discutirse, y participar de la construcción de la ideología y la política.
IV.
Jean Paul Sartre aseguraba que la libertad de escribir comprendía la libertad del ciudadano. En este plano se coloca Desiderio Navarro para pensar la historia de la política cultural y, en general, la historia de las políticas hacia la cultura, en la acepción más general de esta última.
En este ensayo, escrito en el año 2000, Desiderio ya había situado problemas que han aflorado en la discusión sobre la política cultural del país generada en días recientes.
Desde esa fecha, aunque él y otros lo habían hecho también desde mucho antes, Desiderio había alertado sobre la instrumentación política de la memoria y del olvido, que entre otras cosas hace posible el "lavado de biografías", el "travestismo ideológico" y el "reciclaje de personajes de línea dura".
Hasta hace apenas unos días, hablar en público, investigar y escribir sobre tal período era considerado, por decirlo con levedad, "un tabú", cuando no una ingenuidad o un servicio prestado al enemigo, aunque también muchos lo utilizaron, sin rigor, apenas como un medio para epatar, o considerándolo como si fuese lo único importante habido en la historia cultural cubana posterior a 1959.
La realidad de hoy demuestra que siempre la historia toma venganza por sus silencios, y que la verdad, toda la verdad, es revolucionaria.
Walter Benjamín tenía razón cuando afirmaba que "solo a la humanidad redimida le cabe por completo en suerte su pasado. Lo cual quiere decir: solo para la humanidad redimida se ha hecho su pasado citable en cada uno de sus momentos".
Con el autor de las "Tesis sobre la Historia" sabemos que ello solo puede provenir de la política revolucionaria. Lo que ha pasado en los últimos días, si consigue al fin que ese pasado se haga citable, nos habrá hecho, tanto a las víctimas como a los victimarios de entonces, pero sobre todo a todos nosotros, ciudadanos de Cuba, más libres para vivir, pensar y soñar dentro de este país, y para hacerlo con la Revolución.
V.
Las posiciones de hoy de Desiderio Navarro -las que se plasman en este libro, y en sus emails que son, más que cartas, ensayos- son, hasta donde sé, muy parecidas a las que viene sosteniendo desde hace más de treinta años.
Desiderio -con lo que, con su permiso, llamaré "su lengua larga"- seguramente ha creado más de dos problemas, pero sobre todo ha contribuido a identificar, a explorar, a definir, a sacar a la luz muchos problemas -desde una ética anticapitalista y anticolonialista, y con una lucidez que se encuentra bastante fuera de lo común-, y el modo en que es posible resolverlos con salidas revolucionarias.
Por supuesto, la reflexión contenida en este libro no es solo útil por la coyuntura. Su análisis se inscribe en una reflexión mayor sobre la historia y el futuro del socialismo.
Para encontrar las "causas de las cosas", nos dice el autor del título, es imprescindible interrogar tanto al pasado como la forma en que él está contenido en el presente.
Nada de lo que describe Desiderio Navarro como instrumentos de limitación de la intervención crítica del intelectual existe en un vacío social, como él le llama, ni sus ejecutores gozan del estatus propio de diablos y de ángeles, esas almas sin cuerpo.
Virgilio Piñera aseguraba en septiembre de 1959: "Por más que me rompa la cabeza no encuentro un criterio o un paradigma para el "pesaje" moral de una obra literaria."
Sin embargo, si bien esto es cierto, no agota todo el problema. Detrás de las distintas formas de "pesar" la producción intelectual, subyacen siempre modos distintos de comprender la política, la ideología, la cultura, y con ellas, las propias definiciones de qué es la Revolución, que han cohabitado siempre contradictoriamente en su seno.
Lo que se está discutiendo en este libro, y en los debates de los cuales él es parte, tiene larga data, en Cuba y fuera de ella.
Las polémicas que se verificaron en la Isla, por ejemplo, en los años sesenta ya se discutieron desde presupuestos parecidos a los que encontramos hoy en el campo cultural cubano. Por ello, son relevantes no solo como un favor a la memoria sino como política hacia el presente.
Pongo solo tres ejemplos.
La polémica económica sostenida, entre otros, por Ernesto Guevara y Carlos Rafael Rodríguez entre 1963 y 1964 ponía en discusión la economía política del socialismo, la propia teoría marxista, el espacio para el debate de las opciones revolucionarias, y el modelo político sobre el que debía asentarse la construcción de una economía socialista.
La confrontación entre Blas Roca y Alfredo Guevara en 1963 alrededor de la exhibición cinematográfica traía a debate la validez de un espacio de discusión, con acuerdos y desacuerdos, entre los revolucionarios; la necesidad, tanto de la Revolución como de los intelectuales, de hablar sobre "lo inédito y lo ignoto", sobre lo no sancionado por las interpretaciones académicas o políticas, de proponer otro rumbo a esas interpretaciones, de criticar lo existente, de imaginar otras posibilidades y de crear las formas de expresarlo; así como la defensa de la necesaria especificidad del discurso artístico, la discusión sobre qué debe consumir el público, y la diferencia entre la educación y la cultura.
En la llamada "polémica de los manuales", verificada en 1966, una zona de los contendientes criticaba a la otra su negación "del carácter marxista de los manuales, su cuestionamiento a la posibilidad de sistematizar el marxismo, y su hacer de la duda un elemento connatural del pensamiento". Cuando la parte así increpada ripostó que su crítica al "manualismo" se basaba, sobre todo, en que el tipo de sistematización recogida en los manuales se había realizado bajo "una política estricta de regimentación cultural", colocaba ya la polémica en pleno territorio de la crítica a la política soviética.
No es difícil reconocer cómo todas esas discusiones pueden desembocar en el presente.
VI.
Con todo, este presente tiene muchas aristas.
La interpretación de los fenómenos culturales, el marco de su comprensión, ha sido siempre el territorio de batallas campales. En esas batallas el imaginario del capitalismo dominante ha conseguido grandes y duraderos éxitos: acuñar determinados mitos como si se tratase de certezas imbatibles.
Así, buena parte de la historia jacobina de la Revolución francesa está hegemonizada por la imagen del Terror, que si bien fue efectivamente "terror", y "hay que decirlo", también es necesario decir que ocasionó menos muertes que cualquiera de las represiones de las rebeliones campesinas infligidas por la "eterna majestad real".
No se trata aquí de comparar la vida de un hombre con la de un millón de hombres (pues el argumento que justifica la muerte de un hombre justifica la muerte de un millón, como decía Luis Britto García), sino de recordar cómo la historia del Terror Rojo cuenta con miles de libros y la historia del Terror Blanco lucha por aparecer solitaria en algún anaquel de biblioteca.
Por ese mismo procedimiento se ha elaborado por el saber orgánico del capitalismo la imagen de que todas las revoluciones son solo émulas de Saturno, el dios que devoraba a sus hijos.
Como ese horror tiene "solución de continuidad’ y todo va a concluir en un escalón peor, en una nueva vuelta de tuerca de esa "máquina que se aceita", la imagen de la relación entre los intelectuales y el poder dentro de los procesos revolucionarios está también poseída, no sin razón pero sin alternativas, por el rostro diabólico de la regimentación del saber, como si fuese la única regimentación existente del saber y el régimen capitalista fuese el páramo de la Inteligencia sin reglamentación.
Ciertamente, la historia oficial de la relación entre el saber y el poder, entre el intelectual y la política, construida a lo largo de siglos por el capitalismo hegemónico, es borrada cada amanecer, como los periódicos de la novela de Orwell, y sobrescrita siempre, en puridad de su corrección, en el "libro blanco" de la historia.
En rigor de verdad debería discutirse cómo el discurso intelectual, incluso buena parte del más progresista o revolucionario de hoy, está dominado en sus coordenadas más generales por una representación sobre el intelectual y sobre su relación con la política que constituye uno de los triunfos obtenidos a sangre y fuego en los campos de batalla de la Guerra Fría: la destrucción y el desprestigio de la noción de "intelectual comprometido", como hija del totalitarismo colectivista, a favor de la libérrima "autonomía" del intelectual "no sometido a otra jurisdicción que su propia conciencia", que se hace el favor de no preguntar jamás nada a nadie situado "fuera de su conciencia".
VII.
Hace años Perry Anderson aventuró la tesis de que desde la Reforma de Lutero el mundo nunca estuvo tan desprovisto de alternativas respecto al orden dominante. Si bien podría ser verdad, es necesario también practicar un reconocimiento: la única forma de que no existan alternativas es haber destruido todas las existentes. No obstante, acaso es viable encontrar modos de entender el problema que escapen a esa lógica prisionera.
A ello alude Desiderio Navarro cuando critica la tesis, presentada bajo diversos ropajes, de que los intelectuales "solo deben referirse a problemas artístico-literarios".
Manuel Moreno Fraginals, en su alegato marxista de "La historia como arma", criticaba a aquellos que reducían el trágico año de 1834 a una polémica entre el cubano Saco y el español Tacón y dejaban fuera del análisis "las figuras silenciosas de medio millón de esclavos -cinco años de promedio de vida en la plantación, 16 horas diarias de trabajo, sangrientas sublevaciones y la inversión económica de centenares de millones de pesos".
De eso se trata: de entender cualquier problema cultural, no como la discusión entre dos o tres intelectuales, sino como la necesidad de conservar la preocupación social en cualquier debate cultural y, asimismo, indagar en las condiciones económicas, políticas, espirituales, sociales, en fin, que existen junto a ese problema, para colocarse así en posibilidad de abarcarla en su totalidad.
VIII.
En "In medias res publicas" Desiderio habla de las restricciones a la intervención del intelectual en la esfera pública, provenientes de la Razón de Estado que resume de este modo: "no conviene, o no se debe permitir, la crítica social porque el enemigo podría aprovecharse, porque el pueblo no tiene la preparación necesaria, o porque se pondría en riesgo la unidad necesaria para la supervivencia".
Por más que lo parezca, no es un problema irresoluble. De hecho, debemos recordar que cuenta con experiencias triunfantes en el campo revolucionario.
Lenin, en 1917, sin esperar el momento de "madurez revolucionaria", organizó la huelga. Tres años después era el líder del partido de la clase obrera sin clase obrera, pues esta casi había sido extinguida durante la guerra civil. Luego organizó un Estado debiendo empezar a crear su propia base política.
Slavoj Zizek puso el dedo en la llaga: "Con Lenin, como con Lacan, el punto está en que la revolución solo puede ser autorizada por ella misma". No es que las condiciones permitan o "autoricen la posibilidad’ de la Revolución, sino que esta captura una posibilidad y lucha por afirmarla.
Esto podría decirse quizás de este modo: si las condiciones no permiten a los revolucionarios ser reformistas, entonces acaso debamos ser radicales.
IX.
La esfera pública es fundamental en este ensayo de Desiderio Navarro porque ella es el espacio de la política, única instancia de decisión colectiva posible.
La existencia de una esfera pública como escenario de constitución de la política remite a dos planos de análisis: el filosófico y el político.
En el primer plano, conduce a reconsiderar la autonomía respectiva de los ámbitos de lo estatal, lo social y lo individual, así como el marco de su confluencia.
El segundo plano, el político, remite a entender el hecho de no viabilizar un debate abierto de posiciones comprometidas con la Revolución, de no buscar consensos a partir de la expresión de contradicciones socialistas, y de no debatir formas diferentes de concebir los problemas y las soluciones revolucionarias precisamente como una pérdida de posibilidades revolucionarias.
Una Revolución puede encontrar en la esfera pública -que pone "constantemente a prueba los límites de sí misma y vuelve continuamente sobre sí"- la instancia instituyente de lo revolucionario: no la condición del "peligro" nacido de revelar sus problemas y carencias -aún en medio del escenario de "plaza sitiada" que es el hábitat natural de los procesos de cambio social-, sino la calidad de sus firmezas: Las soluciones revolucionarias se encuentran en la participación ciudadana.
X.
A la pregunta de José Stalin de por qué no aparecía un Tolstói soviético, Isaac Deustcher respondió que tal escritor no podía darse en un medio donde le fuera imposible decir: "No puedo callar".
Se trata de ejercer un deber y un derecho. De decir sí o no con la naturalidad con que respiramos. Se trata de conquistar todo el lenguaje. Se trata de reconocer que somos diversos. Se trata de conquistar una unidad que nos fortalezca y no que nos debilite. Se trata de afirmar una diversidad que no nos diluya en la impotencia.
Se trata de "la imaginación al poder" como la norma. Se trata de saber que heredamos, y que tenemos que considerar críticamente, luchas centenarias por la libertad, para asumirlas, pero también para repudiar a conciencia las tragedias habidas en su nombre.
No podemos ser socialistas sin discutir toda la crítica socialista, que empieza en el propio Marx y le sigue con mucha fecundidad hasta hoy. Como asegura Desiderio Navarro, se trata de ser marxistas en la cultura, y no en la ignorancia.
Se trata no de reclamar fórmulas "liberalizadoras", ni de buscar mayores "libertades" para un sector, sino de aspirar a ampliar cada día más el número de personas que puedan definir qué es lo revolucionario.
Se trata no de ser herejes sino de considerar la crítica como naturaleza en una cultura del socialismo. Se trata de ser ciudadanos, seres pensantes y actuantes.
Somos más libres porque ha existido una Revolución en Cuba. Por ser más libres, afirmamos que la Revolución tiene que ser la ampliación de cada nueva libertad conquistada.
Se trata de que ensayos como "In medias res publicas" sean monedas de curso corriente.
Se trata de considerar la crítica social, según aquí afirma Desiderio Navarro, no una amenaza para el socialismo, sino lo que es: su "oxígeno", su "motor"; una necesidad para la supervivencia y la salud del proceso revolucionario.
Ensayos como estos sirven para encantarnos y reencantarnos en el gusto, en el placer, en la lucidez de vivir de un modo revolucionario, de encontrar la belleza solo en la complejidad, de preocuparnos por el color del pasado, como dijo días atrás Desiderio, pero sobre todo por el color del futuro.
Texto completo en: http://www.lahaine.org/sobre_liglas_causas_de_las_cosasl_ig_de_

viernes, 4 de abril de 2014

Una mirada molesta de la ley inversión extrangera.

Ley de inversión extranjera, debería llamarse ley Más de lo mismo.
Los cubanos excluidos, trabas que no ayudan y el poco sentido que se le da a una integración real empresa estatal y privada. Mientras ambas no gocen del mismo prestigio y confianza, seguirán siendo reformas desarticuladas e ineficientes.
Porque seguimos negando el siglo 21.
No creo que la empresa estatal sea sinónimo de ineficiencia, no creo incluso que la solución de la económica cubana sea privatizar todo, creo en el socialismo y en el papel del estado como ente regulador de las riquezas de un país, las políticas de distribución y el salva guarda de su patrimonio.
Estoy en desacuerdo con que el capitalismo es la solución de nuestros tiempos, bien en desacuerdo, lo que he visto fuera de Cuba me lo confirma con creces, pero tampoco creo sea el socialismo que nos hemos inventado, mega regulado, burocrático, retrogrado y cansado, que teme a la información e internet, que diferente seria ver mas de un amigo defendiendo nuestra verdad de la continuada calumnia que vive nuestra Cuba. Pero quien esta para defenderla si los que pueden, los que la construyen, los que la conocen y saben a donde va realmente, hoy no pueden expresarse, y los que lo hacemos lo hacemos del prisma lejano, y añorado.
Que paso que dejamos de confiar en nuestros jóvenes, los de verdad, los que tenían vos y se enfrentaban, los que hicieron la batalla de ideas, los que escribían, los que soñaban y protestaban, los que leían aun algo de marxismo e historia, no los que repiten lo que le dicen o escuchan, o los que cobran para criticar y mienten todo el día hasta de ellos mismos y se subordinan con el rabo entre las nalgas de los EUA y su doctrina de mierda, claro estos lo han tenido facil le pagan por un lado y por el otro nuestra prensa inútil y burocratizada los ha convertido en portadores de la verdad.
Lo cierto es que un gran grupo de nuestra juventud o se esta yendo o peor aun, han asumido el discurso de soy apolítico, que es el peor partido político no formal en el que se milita, porque te vuelve necio e ignorante de tus propios tiempos.
Qué necesitado de mentes jóvenes y dejar que los jóvenes nos equivoquemos, no es acaso mas bello un error cuando del se aprende, que cuando del se compromete el mañana, sin jóvenes no hay porvenir como sin niños no hay nación, eso lo aprendí de Martí.
Creo que es urgente primero acabar con los prejuicios y las improvisaciones, creo extremadamente importante dejar que los que deseen invertir lo hagan, la política no tiene que dirigir la económica, solo regularla, 50 anos después no aprendemos, hasta cuando permitiremos el burocratismo encarnado y masivo que empana todo en Cuba o casi todo, porque no cambiar los mecanismos de distribución de riquezas en el país, porque un administrador y su equipo de dirección no se puede llevar el 30% de las ganancias de una empresa estatal, y sus trabajadores el 60, y solo el estado tomar el 10, a ver con algo como esto que empresa privada va a competir .
Como desarrollar un país si limitas internet, las políticas crediticias, y los incentivos a inversiones en el sector privado, que son una vez mas los que han demostrado que dan el golpe de despegue.
Por qué nuestros economistas no publican lo que realmente creen de todo lo que se viene haciendo, y ni hablar de la prensa, hasta cuando la prensa publicara lo que le dicen que es bueno publicar, así como combatir contra los errores y la burocracia.
Por qué el cubano que tiene para invertir no puede invertir y un extranjero si, aun cuando ambas leyes decían que si.
Por qué, por qué, por qué, cuantos por qué sin responder.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

No se propicia la participación de la gente en la toma de decisiones

Por Camila Piñeiro

Respuesta al documento Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas programáticas, de Pedro Campos y varios compañeros


Comparto la preocupación que plantea la propuesta de que la dirección de los cambios que se han dado recientemente en nuestro país no apunta necesariamente hacia el establecimiento de las relaciones sociales que debería caracterizar un verdadero socialismo. La descentralización que se ha hecho—o al menos anunciado—de ciertas decisiones en la agricultura y la construcción es sin dudas positivo, pero queda bien lejos de propiciar la participación de la gente en la toma de esas decisiones. Se ha dado el poder de decisión a representantes de los ministerios respectivos, pero no parece que las organizaciones campesinas y gobiernos locales compartirán ese poder. Y aún si estos pudieran participar en la toma de esas decisiones, la gente sólo se va a sentir tomada en cuenta si sus representantes realmente responden a sus intereses y preocupaciones. Similarmente, se ha hablado de dar más poder de decisión o "autonomía" a las empresas, pero sin una democratización de la administración de las empresas, ello solo se va a convertir en más poder de decisión para los gerentes de las empresas y no de los trabajadores.

Comparto plenamente con ustedes también el argumento medular de que las relaciones entre los miembros de una sociedad socialista se deberían caracterizar por que todos controlen o autogestionen las riquezas de la sociedad y tengan así oportunidad de desarrollar plenamente sus capacidades. El control de la sociedad sobre sus recursos que debe caracterizar a una sociedad socialista (la llamada "propiedad social") no puede existir o ser realmente "social" sin que se establezcan relaciones autogestionarias desde lo local hasta lo nacional: todos los miembros de la sociedad deben participar directamente mediante asambleas y plebiscitos o indirectamente mediante sus representantes en la toma de decisiones que les afecten. Por eso, yo habría puesto más énfasis en que la toma democrática de decisiones tanto económicas como políticas es la esencia de las relaciones sociales socialistas.

Me gustaría precisar por qué me parece que el término relaciones u organizaciones "autogestionarias" es más acertado que "cooperativas-autogestionarias" y evita la confusión que resulta de incluir el adjetivo "cooperativas". El calificativo "autogestionaria" indica en su mismo nombre que son los mismos miembros de las organizaciones los que toman las decisiones pertinentes a su gestión/administración. El adjetivo "cooperativa" significa que se caracteriza por la cooperación o accionar conjunto basado en la solidaridad. Esto es positivo y sin duda debe caracterizar toda relación y organización que sea realmente autogestionaria. Pero la palabra "cooperativa" es para muchos sinónimo más de propiedad legal colectiva que autogestión, aunque en realidad no es más que un tipo de autogestión y hay cooperativas que tienen sus medios de producción en usufructo.

Y hago esta precisión no por una cuestión de semántica, sino porque es aquí donde está mi mayor desacuerdo con la propuesta. No estoy de acuerdo con la concepción de empresa "autogestionada" propuesta donde los medios de producción deben ser de propiedad legal del colectivo de trabajadores. Pienso que nuestro objetivo final no es que las empresas sean de propiedad legal colectiva de sus trabajadores sino que la administración o gestión de las empresas, tengan la propiedad legal que tengan, sea realmente democrática: que los trabajadores sean los que las administren directamente cuando son pequeñas o mediante sus representantes cuando se haga necesaria la representatividad. Lo más importante es el control de la toma de decisiones (la propiedad de facto) y no necesariamente la propiedad legal de las empresas. Un contrato de usufructo (donde la propiedad legal quede en manos del gobierno local, regional o nacional) puede garantizar a los trabajadores su control sobre la gestión si los propietarios de los medios de producción están dispuestos a ello y/o si se definen leyes que les obliguen a ello.

Mi oposición a conceptualizar a toda empresa autogestionada como una donde la propiedad legal de los medios de producción pertenece al colectivo de trabajadores se debe también al riesgo que engendra para la sociedad ceder totalmente el control sobre algunos medios de producción (las edificaciones, maquinarias y tecnologías que forman parte de las empresas) a grupos de trabajadores que pueden no tener en cuenta los intereses del resto de la sociedad. En mi opinión, lo más prudente y eficaz para garantizar que se satisfagan las necesidades de la sociedad es que las empresas que sean consideradas importantes (por la medida en que la actividad económica que realizan responde a necesidades sociales básicas o priorizadas, o el costo de su maquinaria y tecnología) sean propiedad legal estatal del gobierno local, regional o nacional (dependiendo del alcance de la actividad que realicen) en donde ellas se encuentren; y que el gobierno correspondiente las entregue a colectivos de trabajadores bajo contratos de usufructo que establezcan el derecho del colectivo a autogestionar y la responsabilidad de utilizar los medios de producción de forma efectiva y eficiente. Que la propiedad sea estatal permite que, si un colectivo de trabajadores no cumple con su responsabilidad establecida en el contrato de usufructo de producir lo necesario, el gobierno pueda asignar esa empresa a otro colectivo de trabajadores más capaz mediante un proceso de evaluación transparente y justo.

Por supuesto que hay empresas que realizan actividades como servicio gastronómico, recreativo, de reparaciones, etc. que no son importantes (no responden a necesidades básicas o priorizadas y no utilizan medios de producción costosos) y no causarían mucho daño a la sociedad si sus colectivos de trabajadores no cumplieran con lo que de ellas se espera. Estas empresas en mi opinión deberían ser de propiedad colectiva, familiar o individual, pues los gobiernos locales se deben concentrar en controlar el uso y mantenimiento correcto sólo de aquellos medios de producción que sean importantes; y se pueden establecer mecanismos de regulación y planificación o coordinación democrática para guiar las actividades de estas empresas.

Los gobiernos locales deben poder decidir el tipo de propiedad legal más adecuado para cada una de las empresas en su territorio que no tengan un alcance territorial mayor: mantener la propiedad legal y entregarla en usufructo, o traspasarla a los colectivos de trabajadores, familias o individuos (estos dos últimos para empresas pequeñas) que las compren a crédito o les sean cedidas sin pago. Los gobiernos locales deberían permitir y registrar la creación de nuevas empresas de propiedad colectiva, familiar o individual siempre que no vaya contra intereses sociales. Todas las empresas, sean de la propiedad legal que sean, deberían ser autogestionadas lo más posible: que sean los propios trabajadores los que tomen las decisiones de la forma más democrática posible. Es necesario crear mecanismos de supervisión para asegurar que los trabajadores puedan ejercer los derechos que les corresponden y que no se emplee trabajo asalariado que no sea temporal.

Con lo otro que no estoy de acuerdo es con el mecanismo que se propone para garantizar que las empresas estratégicas o "cogestionadas" respondan a intereses sociales. En mi opinión, no es necesario ni suficiente (y podría ser contraproducente e insostenible como lo demuestra la experiencia alemana de cogestión) que los trabajadores de esas empresas compartan la gestión con representantes estatales. Lo más acertado en mi opinión es que se mantenga la propiedad legal estatal como expliqué anteriormente y, sobre todo, haya una coordinación o planificación democrática entre las empresas y los que se ven afectados por su actividad.

Concluyo, aunque hay otros detalles con los que no estoy de acuerdo (y por eso no firmo la propuesta), con un comentario táctico: Para que sea posible cambiar leyes y políticas públicas que permitan (y ojalá promuevan) la substitución gradual de las relaciones asalariadas por las autogestionarias en nuestro sistema económico y político, debemos convencer a una "masa crítica" sobre la necesidad y potencialidades de la autogestión. Los que estamos convencidos que los cubanos sí somos capaces de autogestionar nuestras empresas y comunidades de forma responsable y solidaria (coordinando con otros de manera que se tengan en cuenta los intereses de toda la sociedad) debemos desmentir el argumento de que nuestra propuesta es utópica, imposible de lograr. Debemos demostrar que el establecimiento de la autogestión en un colectivo de trabajadores, comunidad, sector económico o territorio, si bien inicialmente difícil de organizar, no tiene por qué ser un proceso caótico, sobre todo teniendo en cuenta la alta disciplina y conciencia social que caracteriza a la mayoría de los cubanos y la gran cantidad de cuadros y líderes revolucionarios con los que contamos. Tenemos sin embargo que estar concientes que lo que estamos proponiendo realmente no se ha hecho anteriormente en la historia y vamos a encontrar muchas aprensiones e incredulidad. Por otro lado, tenemos la experiencia cercana de las cooperativas, empresas socialistas, y consejos comunales en Venezuela que, además de darnos muchas lecciones de cómo hacerlo mejor, nos muestran que sí es posible que los trabajadores y comunidades se autogestionen.

Ustedes han hecho grandes aportes discutiendo estos temas y atacando prejuicios que hay contra la autogestión, pero aún queda mucho por hacer sobre todo en cuanto a debates públicos donde las personas puedan expresar sus dudas y aclarar sus ideas. Yo estaría dispuesta a contribuir a ese esfuerzo.

La Habana, 1 de septiembre de 2008

La Haine

lunes, 4 de agosto de 2008

¿La televisión es de todos?

Por Paquita Armas Fonseca

Han pasado algunas semanas desde que por el canal Telerebelde, en una noche de domingo, vi de nuevo Las últimas vacaciones, de Wayne Wang. La historia es sencilla: Georgia Byrd, vendedora en una tienda, dadas las habilidades culinarias que posee, esconde el sueño de ser una gran chef. Un diagnóstico médico erróneo le indica que le queda poco tiempo de vida y decide, mediante un viaje a Europa costeado con los dineros de la pensión, conocer a un experimentado cocinero. En el lujoso balneario se topa con ricos poco felices, algún malvado, y por supuesto, ella deslumbra a todos. La carismática Queen Latifah es Gloria, y el orgánico Gérard Depardieu el cocinero.

El filme, en un tono de comedia donde brilla la protagonista, ha sido excelente para algunos críticos y, para otros, más de lo mismo. Lo cierto es, por supuesto, que la mano de Wang (Smoke, una sonada película de los 90, y Mil años de oración, Concha de Oro en San Sebastián 1997) se hace notar en otro filme hecho para el entretenimiento. Pero, ¿sólo para eso?
¿Qué nos dice al final esa película? Los buenos trabajadores triunfan y pueden alcanzar fama, dinero, además de amor y felicidad, mientras los malos son castigados. Es más: le concedo que trasmite sentimientos de solidaridad, pero ¿un modesto obrero del mundo puede vacacionar por todo lo alto aunque gaste todo su posible retiro? ¿Es común dar un salto de simple vendedor un día a codearse mañana con senadores y magnates? La situación hace valedero el viejo y famoso slogan: Usted también puede tener un Buick.
Como esta, son un por ciento alto de las cintas trasmitidas por la TV. Y no importa que sean de Woody Allen o Coppola porque, aunque representen un cine excelente, estarán montadas encima de una manera dudosa de entender la realidad.
En el caso de las series, recurro a dos ejemplos: House y Anatomía de Grey, ambas de una factura relevante, con unos guiones en los que cada frase tiene su sentido. Pero, ¿por qué no hay muertos por gastroenteritis, malaria o sarampión en esas propuestas de desarrollada medicina alopática? ¿Por qué la mayoría de los enfermos fallecen del corazón, cáncer, derrames cerebrales o SIDA? Porque esas son las grandes causas de muerte del Primer Mundo, donde los niños no perecen de diarreas o de hambre, como en África. ¿Desdeñamos también las series porque muestran unas formas de vivir y morir ajenas a la realidad tercermundista? Si bien valdría la pena hacer una salvedad en estos dos casos: gracias al sistema de salud nuestro, las enfermedades y fallecimientos en Cuba se emparientan con la parte desarrollada del planeta.
Vuelvo a la pequeña pantalla: Algunas voces en el VII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), clamaron porque nuestra televisión no trasmita programas enlatados que favorezcan el modo de vida burgués. Pienso con toda honestidad que hoy es imposible, a no ser que siguiendo esa ruta se cierren tres de los cuatro canales televisivos nacionales porque no hay producción del patio para cubrir las horas de transmisión; ni de otros lugares existen suficientes programas totalmente ajenos a plasmar el modo de producción capitalista de forma acrítica.
Lo que se impone, a mi juicio, es que exista más análisis desde la misma televisión a estas propuestas, que miradas en el concierto de lo que se produce y trasmite hoy en el mundo, son lo mejorcito. No olvidar que una buena parte de las televisoras actuales tienen a los realities shows como las grandes atracciones de su pantalla, porque para exacerbar el morbo ya no basta la ficción, ahora lo que se hace es sacarlo de la realidad con toda la humillación posible del ser humano. Hay que ver los programas de participación donde aparecen mujeres golpeadas, discusiones entre madres e hijas por un hombre, niños abandonados y numerosas escenas más, que montadas en un gran espectáculo, denigran por lo general a personas carentes de recursos económicos.
Creo que existe razón sobrada para criticar espacios miméticos de factura nacional, y que son exponentes de una manera de decir y hacer en nada relacionada con los presupuestos que debemos sembrar en los televidentes, especialmente en jóvenes, adolescentes, niños y niñas, tal y como se sostuvo con énfasis en el congreso de la UNEAC. Esa es una responsabilidad de realizadores, escritores y directivos de la TV. A veces, por el camino de hacer con amenidad una conducción o, incluso, un comentario político, se llega a la banalidad más burda, en otras oportunidades por huir de lo superfluo se termina en el panfleto: tan dañina cosa como la otra, a los efectos de la comunicación.
No todos los espacios, por suerte, tienen esa característica, y a fuer de honesta, hay que reconocer ganancias en cuanto a diversidad. Lo que sucede es que la mayor parte de las buenas ofertas están en los Canales Educativos 1 y 2, no en Cubavisión, donde todo el mundo, incluidos los directores, quieren ver su programa, sin tener en cuenta que la rivalidad es permisible y por algo existen hoy cuatro opciones de transmisión nacional. Pantalla documental, por ejemplo, un espacio creado por el recientemente fallecido Octavio Cortazar y, dirigido a presentar documentales, muestra una honrosa lista de buenos títulos de tal género en el Educativo 2. En ese mismo canal hay otros espacios interesantes, como el variado Iguales y diferentes, que permite al telespectador asomarse a la rica pluralidad del mundo en que vivimos. De lo real y maravilloso es otra joya; la historia aquí aparece como lo que es: deslumbrante. A capella, Signos, Música del mundo, Vivir 120 y A todo jazz, son otras entregas con buena factura; al igual que La ciencia contra el crimen, que brinda la posibilidad de adentrarse en técnicas policíacas novedosas, con tecnología de punta. Este último, con un buen análisis especializado, se emparienta con Pasaje a lo desconocido, de Telerebelde. Ambos toman como base a documentales que son puestos bajo una lupa por personas autorizadas. Son sólo algunos ejemplos, hay otros también convenientes, mas el espacio no alcanza para un acercamiento más amplio.
En cuanto a la programación cinematográfica, se encuentran buenas ofertas con valoraciones: el lunes se puede ver por Cubavisión Historia del cine o Sala siglo XX, el miércoles De nuestra América, el viernes La séptima puerta, y el domingo Arte siete; por el Canal Educativo 2, el martes, Letra fílmica y el jueves Acento Común; y el sábado por el Educativo 1, Espectador critico. Son siete espacios en los que se proyectan cintas con una calidad de media hacia arriba y se realizan comentarios (unos mejores que otros, es cierto) que al menos le ofrecen información al teleespectador. Esto es sin contar las propuestas —algunas muy buenas— del Canal Habana, que por no ser totalmente nacional —aunque llega a muchas otras provincias— no lo menciono entre los ejemplos. Injustamente, sin embargo, la oferta cinematográfica se mide por muchos a través de lo que brinde Cubavisión en La película del sábado. Es la propia televisión la que puede y debe cambiar ese cliché, con una promoción inteligente de sus mejores espacios y elevando paulatinamente el valor estético de la proyección sabatina.
Hay hechos en la programación general, además, que parecen absurdos. No entiendo por qué Escriba y lea fue devuelto a Cubavisión. Es por naturaleza un programa didáctico, que si bajó en seguidores con el cambio al Canal Educativo obliga a pensar que si los telespectadores lo ven, será en un alto por ciento por inercia y no porque les resulte atractivo. Faltó inicialmente una promoción consecuente con el cambio de canal, pero retornarlo ¿resuelve una teleaudiencia consciente? Estoy casi segura que no es así. Tampoco me queda claro cuáles criterios se siguen a la hora de decidir qué programas se retransmiten o no por Telerebelde. ¿Por qué, por ejemplo, Sitio del arte, con una factura de estos tiempos y una buena información cultural, no está entre los que se pueden ver por la mañana? Para mí, la retrasmisión debe estar amparada ante todo por la calidad y lo útil de que más personas vean el mensaje en cuestión.
No soy yo sola la que tengo dudas. Como se evidenció en la cobertura informativa del Congreso de la UNEAC, no pocas intervenciones se generaron acerca de la pequeña pantalla. El dictamen de la Comisión Política Cultural y Medios Masivos, aunque dirigido a todo el espectro comunicacional, centra buena parte de sus sugerencias en la TV. En una de sus recomendaciones, con justeza y optimismo dice: “Se aspira al salto hacia una nueva industria audiovisual cubana capaz de responder tanto a las necesidades de la población cubana como a las potencialidades acumuladas. La red de emisoras radiales nacionales, provinciales y municipales, así como los canales televisivos del mismo rango, mas otras infraestructuras como las del cine resultan, por supuesto, la base con la cual acometer ese salto cuyo contenido deberá procurar, al tiempo que un enfrentamiento a toda forma de reproducción colonial, también una batalla ideológica por la creación de modelos y referentes propios, sobre todo para nuestra juventud, capaces de anudar entretenimiento y cultura”.
Ahora bien, ese salto es imposible sin los mínimos recursos para producir. Por ejemplo, a treinta y cuatro millones de dólares asciende el monto total que necesita el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), para contar con los equipos que posibiliten la producción y retrasmisión de espacios dramáticos, para niñas y niños, históricos, noticiosos, en fin programas hechos en Cuba y que reflejen nuestra esencialidad. De esos dineros, este año se deben asignar seis millones pero, hasta el momento, la inversión solo se ha destinado a habilitar algunos estudios o mejorar locales. ¿Cuál es la situación productiva actual, digamos, en los dramatizados? Por falta de transporte, fundamentalmente, desde octubre a mayo se han filmado sólo tres unitarios y la aspiración es que salgan cincuenta y dos al año, a uno por semana. Recuérdese, hace un trienio, cuando se trasmitieron en el verano varios teleplays, que crítica y público les aplaudieron por la calidad evidente en cada entrega. Piezas de Tomas Piard, Rolando Chiong, Charlie Medina, Ernesto Daranas, Rudy Mora, Magda González, Mirtha González, Elena Palacios y otros creadores, demostraron que sí se pueden presentar ofertas donde entretenimiento y valores estéticos vayan de la mano.
Hoy lo poquísimo que se filma hay que hacerlo con luces alquiladas a particulares; y en muchas oportunidades también se recurre a esta vía para contar con el sonido adecuado.
De tal manera se ha realizado Diana, una serie dirigida por Rudy Mora, ya casi en edición, y que debido a las inestabilidades por carencia de recursos no estará lista para seguir a la serie de cincuenta capítulos Polvo en el viento, de Xiomara Blanco, que comenzó a trasmitirse en mayo y su hechura también navegó en un mar de problemas.
Los tres Villalobos es una aventura que se realiza en estos momentos; pero como no hay otras en producción, luego de que se trasmita volverán las reposiciones. El público adolescente e infantil hace meses que no disfruta de un estreno en aventuras. En el caso de los policíacos, género que tiene tantos adeptos, se filmará Patrulla 444, serie de diez capítulos,dirigida por Roly Peña y que tal vez pueda estar en el aire en diciembre de este año, hecho que sólo ha sido posible con el apoyo de recursos del Ministerio del Interior (MININT).
¿La televisión es de todos?Para que siempre haya una novela cubana en el aire tienen que estar otras dos en producción, igual sucede con las aventuras o los policíacos, pero sin transporte, cámaras, luces, sonido… no es posible que esto ocurra.
También es imprescindible una estructura que facilite el trabajo y no que lo entorpezca. La actual no ayuda, e incluso muchas veces se erige en traba para el buen desempeño en una grabación. Un solo ejemplo: si se precisa filmar una mesa con una comida determinada, los alimentos visualmente necesarios no se pueden comprar ni por cheques ni en pocas cantidades. En ocasiones los directores pagan de su bolsillo la puesta en escena. ¿Es lógico que algo así suceda? Y este es solo un detalle de todo lo que funciona mal.
Claro, ¿qué sucedería si de golpe se asignaran todos los recursos? ¿Está la televisión totalmente lista para asumir ese volumen productivo con la calidad necesaria? Con toda honestidad pienso que no.
Solo las deficiencias actuantes en la televisión pueden explicar —es un caso— la telenovela Historias de fuego, recientemente transmitida. Es un crimen que con la cantidad recursos empleados en carros de bomberos, simulacros de fuego, despliegue de grandes equipos, las tramas se pierdan en malas actuaciones, nacidas en primer término de un deficiente casting. La edición nada ayuda y, por momentos, entorpece el desarrollo de las historias.
A mi juicio, otro aspecto importante es que la programación amerita un análisis multidisciplinario y sobre bases científicas, para que intente satisfacer a la mayor cantidad de públicos posibles. No creo que se aprovechen en toda su dimensión los estudios del Centro de Investigaciones Sociales del ICRT y de otras instituciones, que brindan válidos y necesarios datos para que los hacedores de la comunicación conozcan cómo realizar su trabajo con efectividad. Sin aplicar los análisis científicos en esta área, nunca se obtendrán los avances que se esperan.
Es necesario que florezca un espíritu de debate entre los trabajadores del ICRT; pero para que esto suceda, se debe propiciar el análisis de las políticas generales con todo aquel que tenga que ver con el producto comunicativo y que pueda aportar ideas. Se que últimamente se han dado pasos en ese sentido, mediante encuentros con directores, guionistas y asesores; mas eso debe ser lo común, no lo excepcional.
Tampoco soy ilusa: no creo que los problemas se resuelven solo con y en la televisión. Para que la cultura se apropie de cada hogar cubano a través de la pequeña pantalla, es imprescindible contar con todo el talento artístico del país en las diversas manifestaciones. Esto sucedería si artistas y directivos sostuvieran relaciones sistemáticas a partir del diálogo. Y no hablo solo de los funcionarios del ICRT, sino de todos los que tienen que ver con la producción de ideas.
Pero también, hasta que le asignen el transporte necesario, ¿por qué, como ha hecho el MININT, los organismos de la administración central del Estado no pueden prestar —por ejemplo— un ómnibus durante un mes, de forma rotativa, para filmar cuentos, teleplays y teatros? Cuando de criticar se trata, la televisión es de todos. ¿Y cuándo se necesita ayuda, entonces también no es de todos?
Habría que trabajar, encima, en proyectar una imagen que incluya todos los colores de piel, opciones sexuales diversas, grupos por edades, por género, e incluso que se ataje la tendencia al menosprecio hacia personas nacidas en el “interior”.
Ah, antes de terminar… En el mundo actual, transmitir Las últimas vacaciones o productos similares es beatífico. Nuestra televisión es casi santa en ese sentido, y hasta mojigata, para trasmitir bellas y justificadas escenas eróticas que, después de las diez de la noche, los niños no tienen por qué ver. Mientras tanto, los DVD —y aplaudo porque todo el mundo los tenga— se encargan de que las películas y series más violentas, con más sexo o más tontas, puedan ser vistas lo mismo en hogares del Vedado que en Baracoa, por ancianos o por niños. Así que no es nada fácil la misión televisiva: Ofertar piezas competitivas, con adecuados valores estéticos y a la vez entretenidos, para televidentes tan diversos como complejos. Tanto que cada cual la juzga a su manera.

Tomado de El Caimán Barbudo

lunes, 28 de julio de 2008

Entrevista a ALFREDO GUEVARA

En el programa televisivo PRIVADAMENTE PÚBLICO
trasmitido por el Canal Educativo 2


el martes 22 de julio de 2008 a las 8:30 p.m.


Entrevista a ALFREDO GUEVARA
en el programa televisivo PRIVADAMENTE PÚBLICO
trasmitido por el Canal Educativo 2
el martes 22 de julio de 2008 a las 8:30 p.m.

Presentador (Raúl Garcés): Muy buenas noches. Si habitualmente este programa le dice que pretende pensar la cultura, la política y la sociedad contemporánea en el tiempo de televisión que tenemos para compartir juntos, yo le diría que hoy vamos a intentar cumplir ese propósito con un invitado especial, un testigo excepcional de la Revolución cubana, y digo que testigo no desde una mirada de contemplación, sino desde una mirada de obra, de acción, de vida entregada a lo que ha sucedido en los últimos cincuenta años en Cuba.
Yo les propongo, como siempre, empezar con algunas imágenes relacionadas con mi invitado, le propongo, además, que mantenga la sintonía, y que vuelva con nosotros enseguida para iniciar este diálogo.
Amigos míos, los veintisiete minutos de esta noche son para Alfredo Guevara. Yo le agradezco mucho que esté con nosotros esta noche, y quería empezar, Alfredo, en noviembre de 2005, Fidel, creo que no por gusto en la Universidad de La Habana, no por gusto en el Aula Magna, no por gusto frente a jóvenes universitarios, lanzó la hipótesis y nos convocó a pensar en la posibilidad de que bajo determinadas circunstancias la Revolución cubana fuera reversible. ¿Qué consecuencias usted cree que ha tenido ese debate entre nosotros?
Alfredo Guevara: no la que tenía que tener.
P: ¿Por qué?
AG: Lo cierto es que no solo estaban los jóvenes, tuvo allí a los que quedamos de la vieja generación, que es vieja, pero que con él se demuestra que es joven, a pesar de la enfermedad. Digo que no tuvo la respuesta que debió de haber tenido en aquel instante, porque creo que siendo Fidel alguien que tiene una capacidad didáctica ilímite, además, fue un momento muy dramático, muy especial, muy revelador de esa visión larga que él tiene, que no se queda nunca en un mismo lugar, yo creo que no entendimos que él estaba hablando también de la corrupción del alma, es decir, de un relativo, pero importante, perceptible, proceso de rutinización del pensamiento revolucionario.
Yo creo que él advirtió de la eventual reversibilidad de una revolución, y en este caso de la nuestra, pero advirtió también que lo más importante era que sus protagonistas no protagonizaran ese proceso. Él llamó contra la rutinización, ya lo había dicho antes y de mil maneras, y en una frase, no en ese discurso, pero estaba implícita, estaba subyacente, había dicho: “lo revolucionario es cambiar cuando hay que cambiar”. Por supuesto que en labios de Fidel jamás el cambio es hacia el capitalismo, ni el cambio es esa boberías que escucho demasiadas veces, de la transición, es hacer en cada momento lo que hay que hacer.
P: ¿Usted cree que el socialismo cubano sabe aprender de sus errores?
AG: Hay un error que no es el socialismo cubano, sino que es de los revolucionarios, en general y en el curso de la historia, que es dejarse ganar a veces por teorías y más teorías, aun si estuviera hablando de Carlos Marx. Yo estoy conociendo en este momento, porque es mi vocación, a jóvenes revolucionarios muy lúcidos, en nuestro país, están pensando en teorías, en qué dijo éste, en qué dijo el otro, en que si Marx habló de la transición, etcétera. Yo, tal vez por la edad que tengo —no me siento antiguo, me siento realmente más avanzado que esas posiciones— y creo que la realidad es que hay que producir alimentos. La realidad más importante de lo que está pasando es una revolución agraria sin ese nombre. Da lo mismo los nombres, yo me acuerdo que Raúl dijo —en un momento dado cuando Fidel empezó a hablar de socialismo abiertamente— dijo: no importa Juana ni su hermana, lo que interesa es lo concreto que estamos haciendo.
Si otras generaciones, otros cuadros —esa palabra horrible— se equivocaron o condujeron a equivocaciones, o todos nos equivocamos y hubo que rectificar, lo que sea, francamente, Garcés, no es el instante en que me interesa hablar de ello, y si tenemos pocos minutos y los estamos consumiendo, prefiero decir que el punto de partida del pensamiento revolucionario es y será siempre la realidad.
P: A mí me entusiasma, creo que de alguna manera está recurrente en su pensamiento, la necesidad de buscar obviamente soluciones concretas a los problemas que se están presentando, pero al mismo tiempo proyectar un diseño, yo creo que a más mediano y largo plazo, donde uno sepa adónde quiere llegar, y donde uno sienta la necesidad de no perder el rumbo. Usted ha sido muy crítico de la cultura de la improvisación, usted ha sido muy crítico de la ignorancia en sus discursos, en sus intervenciones, ¿con qué socialismo sueña Alfredo Guevara?
AG: Discursos, intervenciones y práctica… Ningún discurso, ninguna intervención, ninguna teoría vale un comino si no va acompañado de su conversión en práctica más lograda, menos lograda, de más alcance, de menos alcance. Yo creo que el pensamiento precede a la acción, y que la acción sin pensamiento es una locura, y el pensamiento sin acción es una bobada.
El diseño es la clave de todo. No puedes abordar nada sin prediseñarlo, pero diseñar es estudiar las opciones, es dejar caminos abiertos, es tener parámetros muy amplios, pero mucha lucidez en la corriente principal, lo que me ha mantenido en este estado de optimismo permanente a pesar de los fracasos, y de las dificultades, y de todo lo que se quiera anotar, ha sido, para mí, que nos hemos equivocado en muchas cosas, pero la corriente principal ha tenido siempre un valor ético de primer orden y una capacidad de previsión, y una capacidad, a veces, de reconstrucción.
Yo creo nos detenemos mucho, y con razón, en la gran hazaña revolucionaria de la guerrilla, del triunfo sobre un ejército poderoso, de haber sobrevivido a tantas presiones del imperio, pero tal vez la hazaña más importante de nuestra dirección, y de su lucidez, y de Fidel en particular, ha sido haber sido capaces de diseñar un nuevo programa a toda velocidad, aunque algunas cosas había empezado algo antes, para sostener la Revolución en el momento en que se derrumbó el ya falso entonces campo socialista. Yo creo que esa hazaña extraordinaria no ha sido todavía bien evaluada.
Yo creo que de todas maneras, aunque es en un pasado reciente e importante en nuestras vidas, la vida de todos nuestros pueblos, yo creo que éste no es el instante del pasado, ni aún del pasado reciente, y entonces, lo más importante es lo que está pasando, lo demás ya está incorporado, está incorporada a los más cultos, a los más conscientes, a la vanguardia, eso es la vanguardia. Yo quisiera que la vanguardia fuese mucho más amplia y que la instrucción masiva, no debemos olvidar jamás que tenemos un millón de universitarios y millones de gente preparada es decir instruida, pero no culta, y cuando eso se logre, será más fácil avanzar. Cuando eso se logre y podamos destruir la burocracia, porque tú en algún momento has dicho que siempre insisto en que la ignorancia no es revolucionaria y es enemiga de la Revolución, y mina la Revolución, pero ¡ay Dios mío, la burocracia…! Cuando alguien como Fidel dice hacer en cada momento lo que es necesario hacer, eso es ser revolucionario, la burocracia no se atreve a decir no, pero dice no en lo más profundo de sí misma.
P: Usted dijo en Revolución es lucidez —uno de los libros que compila algunos de los ensayos— “la juventud tiene por delante una gran tarea que salvo en algunos lugares no es la del sacrificio del fusil y la vida, sino de un heroísmo invisible, refundar el socialismo y salvar la izquierda.” ¿Qué claves debía llevar adelante la juventud cubana para alcanzar ese propósito, a su juicio?
AG: Me gustaría no darte respuesta sobre la juventud cubana. Ya veremos. Hay que reconquistar a fondo la esperanza que algunos han perdido, hay que pensar, el socialismo, y a veces ni el socialismo, la Revolución, que el ideal es que sea socialista, pero me basta con que sea revolución, es decir, con que rompa la rutina y vaya a transformar la realidad en la medida en que pueda. Refundar la izquierda está difícil, parecía imposible y sigue siendo difícil, pero parece posible.
P: Estamos conversando con Alfredo Guevara. Esto es Privadamente público, ya sabe que estamos en el verano con usted a las 8:30 de la noche. Yo le propongo que hagamos una pausa ahora, vamos a ver algunas entrevistas que hicimos a personas que han estado relacionadas con la vida de Alfredo, y enseguida regresamos para continuar este diálogo.
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Enrique Álvarez (cineasta): Yo creo que Alfredo es un hombre bien polémico, ¿no? además, que no le huye a la polémica, sino que la busca todo el tiempo. Es una persona que tiene criterios muy definidos y los defiende, y en este sentido las relaciones con él dependen de cuánto en sintonía tú puedes estar con sus ideas o no. No sé, yo creo que si le preguntas a diez cineastas cuál es su relación con Alfredo, todos te podrían contar una historia diferente.

Argel Calcines (editor): Yo creo que Alfredo es un ejemplo del revolucionario intelectual, del revolucionario artista, del intelectual que no cambia de casaca y te dice hoy algo inversamente proporcional a lo que decía hace cinco o diez años.

Enrique Álvarez: Alfredo es una persona que cuando te llama para conversar contigo, siempre te llama para algo preciso, algo que tiene en su cabeza, no le gustan las divagaciones, no le gusta que tú des vueltas, tú tienes que llegar y si él te hace una pregunta lo mejor es que se la contestes de manera rápida, sintética, no le gusta que uno floree mucho alrededor de nada. Y él mismo es así con uno en las relaciones de trabajo, él es muy directo, sabe lo que quiere, y yo creo que una manera de dialogar muy con él es demostrándole que uno sabe lo que quiere también.

Argel Calcines: Yo diría que Alfredo es el ejemplo del intelectual consecuente con sus ideales desde su juventud.

Jorge Luis Cortés (músico): Desde mi trinchera creo que he aportado un granito de arena a la gran montaña, sobre todo de la música popular cubana, y creo que Alfredo ha aportado muchísimo a la montaña del cine cubano y de todo lo que tiene que ver con las filmaciones, con las películas, el ICAIC en general. El ICAIC es un nombre: Alfredo Guevara.

Enrique Álvarez: En los últimos años él ha publicado libros editados por él mismo, en los que ha publicado una serie de cartas y de documentos que a veces tú dices, pero bueno, cómo Alfredo se atreve a publicar esta carta en la que prácticamente está funcionando como un censor, ¿no? la que tú puedes evaluar desde hoy: coño, esto es un acto de censura. Y él lo ha hecho con una honestidad tremenda porque, además, son documentos que cuando tú los ves a fondo están llenos de argumentaciones y de razones totalmente válidas desde su punto de vista.

Argel Calcines: Hay hombres a los que tú te acercas en circunstancias difíciles en determinados momentos, después mantienes conversaciones esporádicas, y en esos instantes tú logras saber, comprender cosas que tardarías años en comprender. Es como si te cerraran círculos en la mente, como si corroboraran tus dudas o certezas, yo creo que una de esas personas es Alfredo Guevara.

Enrique Álvarez: Yo creo que es una personalidad muy polémica, pero que nunca en su vida ha rehuido eso, siempre que ha sido frontal. Yo creo que es un intelectual que a pesar de su edad permanece totalmente vivo intelectualmente.

Argel Calcines: Yo creo, en síntesis, que sin la figura de Alfredo Guevara no puede escribirse, ni por asomo, la historia de las relaciones difíciles, pero harto fecundas, entre la intelectualidad artística y el poder revolucionario en Cuba y Latinoamérica.
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P: Me llama la atención que estábamos escuchando a Argel, estábamos escuchando a Enrique Álvarez, también a José Luis Cortés, que todos reconocen el trabajo que usted ha hecho y la relación que tienen con usted, pero son amigos que provienen, o personas que provienen de muy diversos registros, y de muy diversos espectros, ¿tiene amigos en todas partes, usted cultiva eso?

AG: No, no soy cultivante, simplemente soy natural, o por lo menos eso me creo, y persigo ante todo, como ley de vida, la autenticidad. Creo que este tipo de relaciones resultan de la autenticidad. A unos les inspira la autenticidad confianza y a otros horror, bueno, qué le voy a hacer.

P: Usted ha dicho que no es un hombre de cine. Ciertamente, un hombre que ha consagrado gran parte de su tiempo no solo a pensar la Revolución, sino también a hacerla, sin embargo, preside el Festival de Cine Latinoamericano que este año justamente cumple su treinta aniversario, ¿qué tiene de nuevo el Nuevo Cine Latinoamericano a estas alturas?

AG: En primer término te diré que sí soy un hombre de cine, pero no solo un hombre de cine. El Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano es parte de ese —la palabra patriota la han tergiversado mucho— pero es de ese patriotismo latinoamericano que impregna a toda mi generación y a las generaciones con que estamos entrelazados. ¿El Nuevo Cine es nuevo? —es la preocupación mayor—, es nuevo, será nuevo mientras no supere a la generación primera. Si nos imitaran, si quisieran ser nosotros, o ser otros…, entonces se acabó el Nuevo Cine. El Nuevo Cine no por nosotros ya, fue Nuevo Cine cuando éramos jovenzuelos, es Nuevo Cine cuando otros son jovenzuelos, y seguirá siendo Nuevo Cine mientras las generaciones se sucedan con su propio mensaje, abordando su propia realidad, sometiéndola a la crítica, incorporándose a ella perdidos en el llano o ganados por la utopía.

P: Usted ha sido muy crítico de los medios de comunicación en un contexto general, pero también ha sido crítico de nuestros mensajes, a veces por banales, a veces por superficiales, a veces por estereotipados. ¿Cambiar eso, Alfredo, depende solo de los medios?

AG: Depende de que la inteligencia logre apoderarse de ellos. Desde dónde la inteligencia los ha desertificado —no lo digo bien—, bueno, los ha convertido en un desierto, no me toca decirlo ahora y aquí, lo he dicho donde lo tengo que decir. No es responsabilidad solo de los dirigentes de los medios, es falta de visión, y de información y de cultura de los medios. Yo creo que tenemos que volver a la información, y desterrar la rapidez, la desesperación por decir muchas cosas en tres minutos. Yo estoy hablando de la información reflexiva que le dé tiempo al espectador de pensar en lo que se le está hablando. Hay una especie de mentalidad de clip, todas las noticias en diez minutos, todas las noticias en imágenes directas.

Al final, el espectador dice: he estado cerca de la realidad, porque es el dominio de la imagen, pero hay que no olvidarse de pensar, de reflexionar, de buscar más información, de tener diversidad de informaciones. Ese es el gran problema. Yo no soy enemigo de los medios masivos dominantes, y creo que el más importante ahora, en Cuba, es la televisión, y más tarde será la televisión en INTERNET y no el cine.

P: ¿Y cómo usted valora la relación entre vanguardias intelectuales y medios de comunicación en Cuba? Es decir, hay quien extraña, por ejemplo, momentos pretéritos en los que muchas figuras intelectuales reconocidas, pienso, por ejemplo, en Alejo Carpentier que escribía hasta guiones para radio, para la radio cubana, había una relación muy fecunda entre ambos ámbitos, ¿Cuál es su juicio en la actualidad?

AG: ¿Y por qué no me lo respondes tú?... Yo quisiera saber porqué. Yo creo que… bueno, yo no quisiera que todo tipo de intelectual, aunque algunos muy valiosos pero mejor que se queden en los libros, y el que quiera leerlos, que los lea, pero yo creo que ciertos intelectuales que reconocen que el político es un intelectual, y que no pueden actuar en los medios para abusar de sí mismos narcisistamente, yo creo que un intelectual que va a los medios va…, sino no vale la pena, va con el bisturí en la mano a hacerle un buen rasgado a la realidad, a expresar convicciones, si las tiene; preguntas, si como en mi caso es lo que más tiene; porque me has visto afirmando a mi modo, pero yo debo decir que yo soy ante todo pregunta. Me pregunto sobre todo, y también cómo resolver los problemas que tú vas planteando.

P: Siempre que se habla de creación en Cuba, muchos mencionan al ICAIC como una institución fundacional, o Casa de las Américas, o algunas instituciones que han tenido un papel muy importante en la promoción de creadores. A su juicio, ¿a qué relación debiera aspirar el socialismo, entre un gestor de cultura, usted que lo fue tanto desde el ICAIC durante tanto tiempo, y un creador?

AG: Bueno, yo me siento un creador. Yo creo que un gestor de cultura, que es una de mis facetas, lo ideal es que sea un creador. El ideal es que no hay nada más fácil que el que un gestor de cultura sea un burócrata, sabiéndolo o no sabiéndolo. No siempre el burócrata tiene conciencia de quién es, si quieres no les llamo burócratas para que no se ofendan, porque como que no se sabe, pero son funcionarios. ¿Y qué cosa es ser funcionario? Bueno, es muy simple, es alguien apto para funcionar, pero entonces viene la siguiente pregunta; para funcionar al servicio ¿de qué diseño? Volvemos a tu pregunta, para funcionar al servicio ¿de qué protagonista? Porque el funcionario no es el protagonista. En el campo en que me he movido el funcionario está para servir a los artistas, para servir a los creadores, para facilitar su trabajo, para facilitar su difusión, para ser capaz de reconocer quién es un farsante y quién no lo es, pero para eso tiene que ser más que culto.

P: Se está terminando esta emisión de Privadamente público y hay cosas que yo…, por lo menos dos preguntas que yo no quisiera dejar de hacer. Usted ha acompañado la Revolución desde sus inicios y ha acompañado la figura de Fidel desde sus inicios también, si me tuviera que decir ahora mismo qué es lo que más admira del revolucionario, del hombre y del amigo suyo Fidel Castro.

AG: Bueno, pues es lo que más admiro de mí mismo, tal vez por eso somos o pudimos ser los amigos que hemos sido: la autenticidad y el coraje para que su autenticidad se mantenga a cualquier precio.

P: Cuando un joven dentro de veinte años lea Revolución es lucidez, o lea Tiempo de fundación, o lea cualquiera de los ensayos que ha escrito a lo largo de su vida y las cartas, y todo, de Alfredo Guevara, ¿qué no le gustaría que se dijera nunca de Alfredo Guevara?

AG: Eso no lo sé, ya se encargarán de evaluarlo esas generaciones, pero lo más probable es que ya no me lean.

P: ¿Usted cree?

AG: Bueno, no me hago ilusiones... Yo quiero operar sobre la realidad actual y más o menos inmediata. Veinte años no es muy largo, tú dijiste veinte años, bueno, tal vez sobre veinte años todavía juegue algún papel, pero no te extiendas mucho, porque la capacidad de olvido es terrible.

P: Pero hoy se le lee mucho en Cuba, usted lo sabe.

AG: No, yo no lo sé, pero me encantaría, me encantaría no por orgullo, sino para que aprovechen las lecciones de una vida real.

P: ¿Está obsesionado con el tiempo usted?

AG: Bueno, es que me falta…, pero no es el tiempo porque me falta, sino por todo lo que creo que todavía creo que debo hacer, y todo lo que falta por hacer, y yo quisiera estar al lado de los que son capaces de hacerlo.
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Fidel Castro: Lo que yo siento por Alfredo lo demuestro en los hechos, en mis relaciones con él siempre. Empezamos en la Universidad juntos hasta el día de hoy en que estuve presente en ese bello instante en que ustedes le dieron el título de Honoris Causa. Yo pienso que Alfredo, en una palabra, es un hombre extraordinario.



jueves, 17 de julio de 2008

Elogio de la locura

por Graziella Pogolotti

El mercado deslumbra, aureolado por la filosofía del éxito. Arrastra al autor por ferias y universidades, lo somete al bombardeo de los periodistas, lo entrega a la crítica tarifada



"Yo sé quien soy", afirmaba Alonso Quijano cuando, en su primera escapatoria frustrada, estaba empezando a convertirse en don Quijote de la Mancha. Nacía en aquel momento el primer sujeto escindido de la historia literaria. Tenía dos nombres, el registrado en la iglesia parroquial, y el otro, de su propia invención, construido a imagen y semejanza de un proyecto de vida. Sus antagonistas, siluetas traslúcidas, sobreviven en la memoria con la etiqueta de la función social que desempeñaron —el cura, el barbero, el bachiller—, representantes del saber y del poder constituidos. Frente a ellos, don Quijote se levanta, vencido y, sin embargo, incólume.

Su aventura lo ha transformado y ha removido profundamente la sólida entraña pragmática de Sancho. En sus lectores y en muchos personajes circunstanciales de la novela, permanece la nostalgia del deber ser en un mundo mejor. Alonso Quijano, con sencilla y honrada devoción, entrega el alma a Dios, pero no reconoce juez más allá de su conciencia. Uno de nuestros contemporáneos tiene dos nombres, Ernesto Guevara según el registro civil, Che para la historia.

Torpe cortesano, Miguel de Cervantes recibió pocos beneficios del mecenazgo y, apresado entre dos tiempos, también fueron escasos los que obtuvo del extraordinario éxito de mercado de su obra mayor. Los días del mecenazgo tardarían más de dos siglos en periclitar del todo.

En el tránsito entre el XVIII y el XIX, pintor de corte, Goya se valió de la socarronería campesina y de la ambigüedad del arte para desgarrar la pleitesía debida con la mordacidad de la sátira. Inmerso en el dolor de su pueblo, amigo de afrancesados y escépticos, el gran sordo tampoco reconoció jueces más allá de la conciencia propia. En sus ya remotos inicios, la aparición del mercado pareció liberar a escritores y artistas de antiguas servidumbres, sometidos a la voluntad del poder político —Virgilio frente a Augusto, según Hermann Broch — y a los designios de las prácticas propagandísticas de la Iglesia.

El destinatario dejaba de tener perfil reconocible. Integraba una masa informe que perseguía folletines y llenaría luego museos y galerías. Solo ante su conciencia, el artista contrae deberes en tanto ciudadano y respecto a la intangibilidad de su obra. En este último caso, de Flaubert a Joyce y Pasolini tendrá que afrontar los tribunales, a veces por razones morales y otras por motivos políticos. Así, en nuestros días, las dictaduras latinoamericanas dejaron una larga estela de mártires.

El problema de la eticidad, de la consecuencia necesaria entre vida y obra arraigaba, entre nosotros, en la tradición de las guerras de independencia. En Martí la eticidad sostiene y otorga sentido a la vida, tanto en el plano de las relaciones humanas como en el de la acción política, donde la inmediatez de la táctica no desmiente los fines de la estrategia, integrado todo ello a la inseparable creación literaria.

Liberados del mecenazgo, el arte y la literatura intentaban andar a contracorriente en el ejercicio de un sacerdocio. Eran los solitarios, los malditos, contrapuestos al mercenarismo de los gacetilleros. En la obediencia a una esencial exigencia de comunicación, el arte traspasaba la frontera de las apariencias y de los convencionalismos para entregarse a la aventura del descubrimiento. Los caminos se bifurcaban entre el compromiso social y la estricta —casi ascética— entrega a los valores absolutos de la creación.

El mercado y una industria cultural en germen parecían abrir espacios ilimitados. Acabaron por convertirse en prisiones. Las galerías limaron el poder corrosivo de las vanguardias, y las editoriales aherrojaron a los escritores, sometidos al rejuego de la publicidad, a la manipulación de los concursos y a la valoración de una crítica integrada a los intereses del negocio. Los intentos de ruptura se redujeron a sucesión de modas. Los autores empezaron a cotizarse al modo de papeles de una especulación bursátil.

En una crisis de superproducción, entre ferias y bienales, las jerarquías se diluyen, la saturación borra la memoria. Obnubilados por la filosofía del éxito, los artistas se instalan en la opulencia y se dejan arrastrar por la seducción del mundo mediático.

El muralismo mexicano y la narrativa de los 60 rompieron el aislamiento de la América Latina. En ambos casos, la asimilación de los códigos forjados por la cultura occidental se conjugaba con el estreno de una mirada diferente. Esa inserción de la contemporaneidad de nuestras expresiones artísticas no se tradujo, sin embargo, en el reconocimiento de una significativa tradición de pensamiento, capaz de desarrollar un diálogo productivo con otras fuentes. Las ideas tienen poca suerte en el gran mercado, sobre todo cuando quebrantan los esquemas establecidos. Más asimilables, las artes y las letras encuentran canales de comunicación con el destinatario anónimo, vacacionista complaciente, acomodado muy pronto a la reiteración de prácticas ayer abrillantadas por la novedad.

La expansión del mercado modificó las prioridades respecto a la función del arte. Los artistas asumieron un anticonformismo militante. El rey Ubu tenía algo de broma, a la vez que fulminaba el teatro digestivo. Los códigos expresivos se modificaban en rápida sucesión. La creación privilegiaba la aventura del conocimiento, afincada en las distintas circunstancias de la condición humana.

Periférica primero e inscrita luego en un proceso revolucionario, Cuba permaneció hasta los finales de la década del 80 del siglo pasado al margen de los rejuegos especulativos. Tan solo algunas zonas de la música popular padecieron la lamentable manipulación por parte de disqueras leoninas. Los cultores de música culta, los escritores y los artistas plásticos subsistieron entregados a una suerte de sacerdocio, hasta que el proyecto socialista favoreció la aparición de un destinatario real.

El tardío nacimiento de un mercado artístico en escala muy modesta respondió a factores extrartísticos. De inspiración conceptualista, la plástica había incorporado, en el viraje de los 80, una voluntad de crítica social que concitó el interés de especialistas, acentuado después del derrumbe de la Europa socialista. La sucesión de acontecimientos espectaculares que siguieron a la desaparición del muro de Berlín, desató una fiebre especulativa en torno a los problemas de la producción simbólica representativa de una etapa que se estaba clausurando. Medallas y condecoraciones se vendieron en ferias de baratijas, mientras obras del realismo socialista entraban a formar parte de colecciones públicas y privadas, como testimonios tangibles de una arqueología contemporánea. Superviviente de la catástrofe, Cuba despertaba la curiosidad universal.

La crisis económica, la gran apertura al turismo y la posterior despenalización de la tenencia de divisas introdujeron ingredientes de alto peso específico en una situación compleja, cargada de interrogantes nunca antes planteadas. Peregrinos de toda laya acudieron a la Isla, desde periodistas deseosos de obtener una cobertura de primera mano del desplome anunciado, hasta depredadores dispuestos a beneficiarse de la miseria de muchos con el contrabando de objetos valiosos.

Se multiplicaron las exposiciones internacionales, así como la adquisición de piezas por parte de museos y colecciones privadas. Los cubanos participaron en renombradas bienales. Los tiempos light suelen ser veleidosos. El boom de las artes plásticas fue pasajero, aunque dejó secuelas. Colocó en las subastas a las promociones de la vanguardia, hasta entonces marginadas de los rejuegos mercantiles. Ofreció a algunos artistas nuevas redes de relaciones.

La curiosidad de los espectadores, tamizada por el trasfondo político y por vestigios colonialistas, no mostró interés en la lucha por la supervivencia. Prefirió detenerse en la imagen del deterioro de las ciudades y en expresiones más o menos auténticas de la religiosidad afrocubana.

El intercambio de los escritores cubanos con sus pariguales adquirió, alentado por el auge de las ideas de izquierda, en los 60 del pasado siglo, una intensidad sin equivalente en etapas anteriores. Las publicaciones circularon más allá de la Isla, se tradujeron libros y antologías, y se produjo el descubrimiento internacional de la obra de Lezama.

En la crisis editorial de los 90, algunos empresarios de poca monta intentaron sacar provecho del silenciamiento forzoso de las imprentas y firmaron contratos abusivos con escritores necesitados de retribución y deseosos de situarse en un espacio público internacional. Unos pocos se vieron favorecidos por editoriales de renombre. Pero muy pronto la manipulación política estableció las reglas del juego, mediante concursos tarifados y una publicidad mediática bien pagada, para fabricar una carrera hacia el éxito sustentada en razones extraliterarias y en un empleo primario de fórmulas con sabor a disidencia.

Más que una exploración en profundidad de las contradicciones latentes en la sociedad, el mercado estimulaba con frecuencia la reiteración de estereotipos. Volver sobre lo gastado por el uso responde a bien aceitadas fórmulas de propaganda montadas sobre el referente implícito de los procesos de desgaste del socialismo europeo. Andar por ese campo trillado implica privilegiar un destinatario acomodado al apacible repaso de postales turísticas. Sustituye el necesario ejercicio crítico concebido, en primera instancia, para el protagonista de estos años difíciles, perturbadores, a veces confusos.

Hay en Bucarest un fascinante museo de la aldea. Evoca un tiempo en que el campesino producía sus alimentos y los enseres indispensables para el trabajo y la vida cotidiana: mesas, sillas y cubiertos de madera, platos de cerámica. Del telar doméstico salían las blusas cuyos hermosos bordados inspirarían un día a Matisse. Los artesanos ocupaban entonces el lugar de los artistas cuando la precariedad de la existencia no dejara margen para el intercambio.

El crecimiento de la sociedad generó mayor disponibilidad de bienes e impuso la especialización. La comunidad empezó a sostener a sus juglares. Las cortes se proveyeron de un séquito de artistas que luego fundarían talleres para cumplir encargos de los señores y de la Iglesia. Con la imprenta y la gran manufactura de Rubens germinaba lo que hoy llamamos mercado del arte. En vírgenes y en mujeres de desbordante sensualidad se reconocía la mano del autor. El asunto era mero pretexto para ir entretejiendo otra historia.

El mercado puede ser un medio de distribución de bienes culturales. En algún momento contribuyó a la democratización del libro y acrecentó el círculo de los coleccionistas de arte más allá del ámbito de la aristocracia. En los días que corren, la especulación financiera privilegia el valor de cambio frente al valor de uso. Algunos objetos se conservan, lejos de manos y ojos, en cajas de caudales. La manipulación política erige monumentos y silencia auténticas expresiones de la creación. Una cortina ruidosa entorpece la comunicación entre el autor y su destinatario, cada vez más vulnerable ante los efectos ilusorios de la fanfarria y al plácido acomodo mental.

La crisis de sobreabundancia amenaza el porvenir del arte entendido como aventura riesgosa del conocimiento. Ante esa avalancha, los gobiernos han intentado medidas proteccionistas para defender la industria nacional y para proteger las zonas experimentales, aunque el liberalismo económico deja poco resquicio para las inversiones en el terreno de la cultura.

Este contexto impone el replanteo de la eticidad del artista, aún más dramático cuando está situado en la periferia del main stream y en un país sujeto a presiones de todo orden. Cursaba yo el último año de la carrera cuando un profesor, a las muy tempranas siete de la mañana, nos preguntó acerca de la deontología, ciencia de los deberes. Nunca he reflexionado sobre el tema en términos abstractos, aunque pienso que toda consideración ética se sustenta en un compromiso profundo con la verdad y es marca distintiva del ser humano en plenitud de conciencia y lucidez.

Esa búsqueda de la verdad, recurrente, fragmentaria, provisional y, sin embargo, capaz de vislumbrar la totalidad en la percepción del instante constituye razón de ser e impulso de los procesos de creación artística. Es el arranque que condujo el esfuerzo de la mano a la práctica de moldear formas más allá de apremio utilitario. Era una acción gratuita dirigida a conjurar el misterio, a comunicarse con otros, a dejar huella en el planeta aun no desbrozado, a entender las cosas del mundo y de la naturaleza.

Porque un fragmento de verdad emergió de las circunstancias y las trascendió, seguimos atentos a las historias de Aquiles y de Odiseo, tanto como a la angustia de un niño en espera del beso de la madre. Aureolado por la filosofía del éxito, el mercado deslumbra. Arrastra al autor por ferias y universidades, lo somete al bombardeo de los periodistas, lo entrega a la crítica tarifada. Pero condicionado por sus propias necesidades, fabrica la desmemoria implacable del ayer. Para satisfacer al consumidor, el espectáculo requiere nuevos rostros, la apariencia de la diversidad en la reiteración de lo mismo.

"Yo sé quien soy", afirmaba Alonso Quijano a la hora de reconocerse Quijote y echar a andar con armas de utilería para desafiar molinos de viento y también a los servidores del Santo Oficio, para solidarizarse con mozárabes condenados al exilio después de haber arraigado por generaciones y fundado familias con el trabajo honrado. Perdedor en las armas, condenó el falso saber en las letras. Salió de la cueva de Montesinos con el estremecimiento de la duda y atravesó la amarga experiencia del bufón de corte en el entorno palaciego de los duques.

Escindido entre la cotidianidad del pobre hidalgo de aldea y la ancha perspectiva abierta a la imaginación, entre el pragmatismo de Sancho y la utopía del Quijote, la sabia locura del personaje cervantino coloca al escritor frente a un espejo crítico. Su patético anacronismo ilumina las contradicciones del presente y proyecta su voz a través de los siglos.

La locura es, entonces, máscara de lucidez, porque los gigantes se esconden tras la apariencia de los molinos, porque la razón profunda está en el poder de la palabra, invención del mundo, sustancia del sentido de la vida, fundamento de toda eticidad, escindida también entre el ser y el deber ser.

Tomado de La Jiribilla,